La Papisa Juana
La imaginación popular romana ha producido varias figuras legendarias, entre ellas, la Papisa Juana, que según la leyenda sirviò como Sumo Pontífice durante dos años antes de que la Iglesia lograra descubrir su secreto.
Durante siglos se ha hablado mucho de esta leyenda, ya que en los archivos del Vaticano no se encuentra ni un documento con este nombre. Esta leyenda tiene su origen en el imaginario medieval, que consideraba a las mujeres como la expresión del diablo, asì que la suma sacerdotisa puede ser un símbolo de la tentación satánica en la Iglesia. No es difícil encontrar obras históricas y literarias que hablen de este personaje. La versión escrita por Boccaccio en “De claris mulieribus” identifica a la Suma Sacerdotisa como una joven, Juana Angélica, quien realizara su gran deseo por estudiar disfrazándose de hombre, para después seguir a un monje que se dirigìa hacia el Este. Cuando el monje muriò ella se negó a volver a casa y resignarse a la vida que llevaban las mujeres en ese tiempo, entonces decidiò disfrazarse de monje y seguir su viaje. Pronto se distinguió entre los otros monjes por su sabiduría teológica y cultura, tanto así que durante el cónclave para elegir al nuevo Papa, la elección recayó sobre ella.
Le asignaron un joven sacerdote como asistente, quien por la cercanìa no tardò mucho en descubrir el sexo del Papa, pero mantuvo el secreto. Hasta el día en que, durante una procesión, la Suma Sacerdotisa dió a luz en la calle, debajo de los ojos de los fieles indignados que lincharon a la mujer y al recién nacido.
Desde ese día el Vaticano tomó sus precauciones: los Papas recién elegidos, tenían que sentarse en tres sillas llamadas “stercorarie”, que tenìan en el asiento un corte en forma de media luna. La razón oficial era, naturalmente, teológica y simbolizaba la Trinidad, pero en realidad el objetivo era diferente: se nombró a un cardenal para colocar una mano y “verificar” el sexo del sucesor de San Pedro.
De las tres sillas – que en realidad eran probablemente simples sillas usadas para los partos – dos todavía son visibles: una se encuentra en los Museos Vaticanos y la otra en el Museo del Louvre en París.